Nos aproximamos a Halloween y hoy traemos a esta sección uno de los episodios que marcó un antes y un después dentro de la historia de la franquicia Warcraft y la que para mí fue una de las experiencias más terroríficas y que mayor malestar me han causado dentro del mundo de los videojuegos. Inspirado por iniciativas como la de nuestro compañero Drumiel con su mes del terror y alentado por su excelente entrada a cerca de situaciones de terror en videojuegos que no pretendían ser de terror (Podéis consultar su entrada en el siguiente enlace: Momentos terroríficos en videojuegos que no lo son) rememoré este capítulo de mi historia personal con los videojuegos y decidí compartirlo con el propósito de la próxima festividad del terror.
La historia del universo de Warcraft es verdaderamente compleja y extensa, algo que avalan más de veinte años de historia, una decena de videojuegos y expansiones y decenas de libros sobre su lore. Para no hacer esto demasiado extenso evitaré entrar en demasiado detalle y explicaré este capítulo de La Matanza de Stratholme con un enfoque más «de ir por casa».
La Matanza de Stratholme, conocida simplemente como La Matanza en Warcraft III: Reign of Chaos (2002 – Blizzard), es el sexto episodio de la primera campaña del videojuego en la que tomamos el control de la raza de los humanos, en concreto del príncipe Arthas Menethil de Lordaeron y sus soldados, para enfrentar a una nueva amenaza que pone el peligro sus tierras: El Azote o La Plaga de los no-muertos. Este episodio supone un giro argumental importante y un punto de inflexión muy importante en la historia de Arthas. Hasta este punto el objetivo del jugador encarnado en Arthas, paladín de la luz, adalid de la justicia y encarnación de la juventud, era proteger a los humanos de amenazas tales como los no-muertos, bandidos, orcos y otros seres viles.
Hablo de giro argumental importante porque en este punto se plantea un conflicto o dilema moral muy presente y al que estaréis acostumbrados los aficionados a las películas de zombis: los habitantes de Stratholme han consumido grano contaminado y han contraído la Peste de los no-muertos, por lo que están condenados a tarde o temprano pasar a formar parte de las filas de El Azote, y Arthas debe decidir si eliminar a estos humanos antes de su inevitable metamorfosis o buscar un plan alternativo como sugieren sus compañeros Uther y Jaina. Arthas elige lo primero ganando la desaprobación y el rechazo de sus compañeros.
A diferencia de lo que ocurre en otros videojuegos del género de estrategia en tiempo real, en Warcraft III la figura de los héroes, protagonistas de los diferentes arcos argumentales que se desarrollan en el juego, confiere al videojuego una dimensión «más rolera» que lleva al jugador a empatizar y a identificarse con los personajes, algo no habitual en otros títulos de este género más orientados a la gestión de recursos y a la estrategia militar. Este hecho lleva a que de cierto modo los acontecimientos que ocurren en la historia afecten de una forma más emocional al jugador.
Atendiendo a la subjetividad inherente del género de terror meditad en la contundencia del mensaje que en este momento está dando el videojuego, más si os situáis desde la perspectiva de un niño de diez años. La historia de un príncipe que se enfrentaba a las fuerzas del mal acababa de mutar en algo totalmente distinto, en la historia de un príncipe que masacraba a su pueblo indefenso. Además, reforzando este aspecto y aludiendo a esa matanza que tenía por título este episodio de la campaña, el objetivo principal para superar el nivel era matar a cien aldeanos antes de que el némesis de esta historia, el señor del terror Mal’Ganis, convirtiese a cien aldeanos en no-muertos. Por lo que este episodio terminaba por convertirse en un baño de sangre, en una especie de competición para ver quién era capaz de masacrar más humanos en el menor tiempo posible.
A la contundencia de su mensaje se suma el hecho de que este episodio implica un aumento de dificultad respecto a los episodios previos y en nuestro caso, hablo en plural porque la primera vez que jugué Warcraft III fue junto a mi hermano mayor, fue la primera vez que nos quedamos atascados en la campaña haciendo que mi hermano dejara de lado el videojuego. Entonces yo solo tuve que enfrentarme a este oscuro capítulo de la historia de Warcraft sin la seguridad que me otorgaba el tener a mi hermano a mi lado. Una vez completé el sádico episodio no pude evitar dar vueltas a lo que acababa de jugar y experimentar. Sabía que lo que había hecho Arthas estaba mal hecho pero en parte estaba de acuerdo con ello, pues la alternativa de que la población se convirtiese en no-muerto tampoco era atractiva. Y en cierto modo este pensamiento de estar en parte de acuerdo con un personaje que terminaría siendo un psicópata me estuvo atormentando. Pienso que La Matanza de Stratholme ponía sobre la mesa un dilema con el que un niño no estaba preparado para lidiar.
Y esto no acaba aquí, como comentaba este escenario suponía un punto de inflexión para el personaje de Arthas que tras esta matanza iniciaba, motivado por el odio y la venganza, su descenso particular al abismo y a la locura (por eso lo de psicópata) hasta terminar asesinando a su propio padre, el rey Therenas, en la cinemática que daba cierre a la campaña pasando a convertirse en un caudillo de El Azote. Reconvertido en Caballero de la Muerte, Arthas protagonizaba la segunda campaña del videojuego en la que lideraría las fuerzas de no-muertos para asolar las tierras de Azeroth y se terminaría convirtiendo en el todopoderoso líder de esta plaga infecta al adquirir los poderes y el título de Rey Exánime o Rey Lich al finalizar la expansión Warcraft III: The Frozen Throne.
Esta expansión traía en su portada una imagen de ese Arthas decrépito y consumido por la locura cuya mirada me persiguió en más de una pesadilla.
El personaje de Arthas reaparecería años después en el MMORPG World of Warcraft como némesis de la expansión Wrath of the Lich King, en la que se llego a incluir una réplica de esta Matanza de Stratholme a modo de Mazmorra jugable, solo que en este caso, pese a que en cierto modo la experiencia era más inmersiva al revivir el escenario desde la primera persona que ofrece el estar jugando a un MMORPG, el tener unos años más a la espalda, mi cambio de perspectiva y el hecho de que el mensaje transmitido estaba un poco diluido, o al menos así lo experimenté yo, hizo que la experiencia no tuviese nada que ver con aquella que viví de niño.
Este es un claro ejemplo del peso del terror psicológico, de la esfera subjetiva que tiene el miedo y de como un producto de terror, sea videojuego, película o libro, sin pretenderlo y sin ser un portento técnico, por el hecho de transmitir un mensaje de pronunciada magnitud puede dejar huella en el individuo. Esto es así hasta el punto que años después tras haber consumido una ingente cantidad de productos relacionados con el género de terror, siempre que he re-jugado este episodio de La Matanza de Stratholme se ha apoderado de mí una sensación de malestar claro reflejo de la experiencia que viví en el pasado. Y con Warcraft III Reforged a punto de ver la luz me pregunto, ¿la recreación de este episodio generará en mí el mismo efecto? ¿Las nuevas generaciones que no conozcan el videojuego experimentarán el terror y el malestar que yo viví la primera vez? ¿Que pensáis de este episodio de la historia de Warcraft?
2 comentarios sobre “Inolvidable: La Matanza de Stratholme (Warcraft III)”